sábado, 5 de marzo de 2011

Piernas, tenis y botas de tacón

Me gustan las mujeres de piernas largas y delgadas. De piernas bellas. Lanzo bendiciones, agradecimientos y saludos de admiración a granel para aquellos que bien tuvieron a inventar ligueros, faldas, minifaldas, tacones, botas de caña alta y otros adornos que han logrado magnificar aun más la hermosa línea que trazan las extremidades inferiores de ese otro invento maravilloso llamado mujer.

Ver a una mujer con alguno de estos elementos despierta en mí el impulso que todo fetiche despierta en su víctima. Claro. Las limitaciones de distancia, tiempo y dimensión con aquella persona, ora amiga, ora desconocida, ora actriz o personaje de películas, pone en mi cabeza –y cuerpo, claro- los límites necesarios aportados por la razón. El freno está ahí. Me limito a observar extasiado… o a evitar mirar, según el caso.

Adoró la sensación de posar mi mano en una rodilla apenas cubierta por alguna falda y acariciar con firmeza mientras subo un poco más y me topo con el borde de un liguero. Confieso que, en ese preciso instante, no sé si debería subir más o descender nuevamente. En ambas direcciones se presume el paraíso para las yemas de mis dedos. Procuro ascender. A su tiempo.

También me encanta y me produce regocijo el ver botas o zapatos de tacón descansar junto a mi cama mientras sobre ella descanso yo y alguna mujer que ha sabido coronar en sus pies (?) la belleza en forma de calzado, generalmente alto, puntudo, negro… o rojo, en preferencia.

Disfruto sentirme rodeado por las piernas largas, frías, suaves y hermosas de una mujer desnuda que ha tenido a bien conservar sobre su piel las medias de liguero. Agradezco el gesto como corresponde. Considero, aclaro, una estupidez soberana despojar de esta prenda –invento fantástico y fenomenal- a quien ha tenido la bondad, la santa bondad, de pensar en vestirla.

Piensa uno, tratando de mirar las cosas objetivamente, que no hay nada mejor que –insisto- unas piernas largas y delgadas, vestidas por ligueros, faldas y zapatos de tacón alto, en su genial defecto botas, en su genial defecto pantalón. Y sí, parece ser un pensamiento bastante acertado. He ahí mi mayor fetiche, ese conjunto de elementos que complementan a unas piernas desnudas.

Y, sin embargo, tengo que decir que no hay mejor momento, mejor recuerdo, mejor sensación, mayor placer, que el producido por la imagen –generalmente recordada, pocas veces revivida- de esa mujer desnuda, al igual que sus piernas largas y hermosas, con alguna marca temporal en la piel producida por las medias o qué sé yo, recostada a mi lado sobre alguna cama, mientras en el suelo descansan ya no una falda junto a unas botas o zapatos de tacón, sino por un jean acompañado por un par de tenis que, si me ha leído antes, sabrá de qué marca son.

Esta última imagen es mejor que cualquier fetiche. Y, si bien podría pasar tardes enteras disfrutando de mi fijación por las botas, los ligueros, las faldas y todo eso de lo que he hablado, me gustan más las horas que paso caminando con una mujer de tenis. Otro tipo de fetiche, otro tipo de placer.

2 comentarios:

  1. Confieso que, con tu inspiración sobre la mujer, me haces devolver a momentos infinitos de placer. Nada mejor que sentirse una admirada y deseada por el ser que amas.

    Un abrazo!

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  2. yo no tengo las piernas ni largas, ni delgadas; aunque mi hermano dice que antes eran muy bonitas y mi hermano es bastante crítico. una vez fui a celebrar mi cumpleaños en un restaurante, llevaba puestos los mismos tenis que ahora tengo puestos (unos converse verdes con cordones fucsia) y un tipo a la entrada me dijo que tenía un fetiche por las mujeres en tenis. yo no estoy segura de si le dije que era un fetiche muy fácil de complacer o no.

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