viernes, 18 de septiembre de 2009

Iscariote (I)

N. del A.: Esta historia llegará en cuatro entregas -mismo número de partes en que está dividida su versión original- publicadas a partir de hoy cada viernes. En el intervalo podrán venir otras entradas. Se pide paciencia al lector.

I

Era sólo un hombre. Solamente un hombre y sobre sus espaldas tuvo que cargar con el enorme peso de la traición más resonada en la historia. Con rencor, con odio, con infinidad de sentimientos negativos sería recordado en los años venideros y para siempre. Su nombre sería perpetuado como sinónimo de traición, de afrenta a lo más preciado para muchos. Nadie hoy se atreve a imaginarse los demonios que atravesaron su cabeza durante los segundos, los minutos, las horas que se sucedieron antes y después de haber realizado el acto por el cual sería condenado para toda su vida. Toda su muerte.

Sus pies se hallan suspendidos en el aire. Danzan de lado a lado con un compás pausado, lento, eterno, repetido, breve. El movimiento es seguido por sus piernas, sus caderas, su torso, su cabeza. Una soga circunda su cuello y lo sostiene en el aire. El viento lo empuja de vez en cuando. Sólo se oye el silencio. Es un cuerpo, ya no es nada más. Si alguna vez hubo vida en esos huesos, en esos ojos que se cierran, en esa boca abierta, en esos pulmones vacíos de aire, hoy ya no importa, ni importará nunca. Debía pagar por su error, el suicidio era el precio para expulsar de sí la culpa. Nadie lo extrañó, nadie lloró su muerte.

En un lugar no muy lejos se produce un acto de barbarie inimaginable, inducido por el rencor, la rabia y el temor de algunos por perder su poder. Acto que no sería posible si aquel que yace ahorcado en una rama de árbol no hubiera entregado al que es condenado a muerte en la distancia. Hay llanto, dolor, pero también hay sevicia hoy en este lugar. Los amigos, los seguidores lloran. Los enemigos, los verdugos sonríen, descansan; esta noche podrán dormir tranquilos para mañana despertar con todo el poder y el control entre sus manos.

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