sábado, 25 de septiembre de 2010

Una sonrisa desde el umbral

El cuento de hoy es muy breve. Pretende serlo. Ya veremos. Habla de un hombre de pie en el umbral de la puerta de una habitación en la que descansa una mujer. Habla de una noche plagada de estrellas y de un viento leve que logra colarse por las ventanas y ondear, como a bandera victoriosa, la ligera y poco tenaz cortina.

Habla, además, de un libro arrojado, sin el más mínimo de los cuidados, en el suelo, junto a la cama. Piso en el que descansan varios pares de medias desperdigados por aquí y allá, una libreta de pensamientos a medio llenar, un billete que juega a las escondidas desde hace ya varias semanas –y contando- y, claro, el fantasma de un perro que se niega a abandonar la alfombra sobre la que se echó tantas veces.

Es un cuento breve, lo he dicho, y habla de un hombre que observa desde la puerta, un hombre ansioso por encender la luz, despertar a la mujer que tan profunda duerme, besarla, acariciarla, penetrar con su lengua sus labios, gemir un placer enorme en su oído y buscar con sus dedos el placer en ella.

Un hombre que se da media vuelta y recoge sus pasos para sentarse en una cafetería cualquiera, beber un tinto oscuro, hirviente y sin azúcar; abrir su libreta, empezar a recordarla y narrar una breve historia sobre alguien que escribe acerca de una mujer que lee.

Que lee y sonríe. Como también sonríe el hombre que la mira leer desde la puerta. Buenas noches.

1 comentario:

  1. Mi favorito, de lejos.
    De las mejores cosas que he leído escritas por ti y eso es mucho decir, porque siempre lo haces muy bien.

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